Saltear al contenido principal

Un pueblo se inundó por las lluvias y un hombre quedó sólo y totalmente aislado en lo alto del campanario de la iglesia.

El hombre era muy religioso y frente a aquella desgracias estaba convencido que Dios iba a salvarle. 

Paso toda la mañana esperando y por la tarde se acercó una barca: 

—¡Oooigaaa! —le dijeron desde la barca— Suba que le llevamos. 

—Noooo, graciaaaas… Tengo mucha fé en Dios y seguro que él me salvará.

—¿Está seguro? 

—Siiii… Sigan, que Dios me salvaráaa. 

El hombre continuó esperando toda la noche en el campanario y al día siguiente se acercó una lancha: 

—¡Oooigaaa!… ¡Usted, el del campanariooo!… Venga con nosotros que lo llevamos. 

—Nooo, no hace faltaaa… Soy muy devoto y seguro que Dios me salvará. 

—¿Está usted completamente seguro? 

—Siiii… Estoy segurooo… Dios me salvaráaa. 

Pasó la mañana de ese día esperando, solo, y por la tarde llegó un helicóptero de rescate: 

—¡Oooigaaa! ¡Señooor!… ¡El del campanariooo!… ¿Necesita ayuuudaaa?… 

—Nooo, graciaaas… Yo confío plenamente en Diooos. Tengo mucha fé en él y estoy seguro de que me salvaráaa… 

En la noche volvieron a subir las aguas por la inundación y el hombre terminó ahogándose.

Cuando llega al cielo, se encuentra con Dios y le dice completamente desconcertado: 

—¡Señooorr, Dios mío! ¿Por qué no me has ayudado?… ¿Por qué permitiste que me ahogara si yo siempre he sido un gran devoto tuyo?… 

—¿Qué no te he ayudado? —replicó Dios— Pero si te mandé una barca, una lancha, y un helicóptero…

Moraleja: Aprende a reconocer e interpretar a tiempo las «señales» de Dios.

Volver arriba