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Artículo de Santiago Valdivia
Octubre 12, 2011

Es un festín para la inteligencia y el espíritu, una fuente de alegría perdurable. Actualmente, en la mayoría de las escuelas, el aprendizaje es forzoso.

Peor que un deber, es una obligación impuesta mediante horarios y disciplina rígida y más en este Gobierno, donde se está adoctrinando a los niños, ayer oí y vi en el canal 8, hoy el Guaire del chavismo, a una analfabeta en historia decir: el «CHE» Guevara es nuestro segundo Libertador ¡Pobre infeliz!

Muchos jóvenes se resisten, este sentimiento a menudo persiste durante toda la vida. Aprender es un placer natural, es uno de los goces de aquellos que cultivan su mente.

Al observar a los niños muy pequeños, cuando por su edad no tienen hábitos implantados, investigan con todo el fervor y la emoción de un explorador, al final de cada investigación, se manifiestan en aquellas caritas un sentimiento de hondo placer.

Aún en adultos se presenta esta emoción, ejemplo: cuando Arquímedes descubrió el peso de su cuerpo en el agua, gritó jubiloso: ¡Eureka, eureka! El instinto que provocó esta exclamación, es el mismo que se manifiesta en todo los niños.

Pero si el placer de aprender es universal ¿Por qué hay tantas personas insulsas e incultas y sin curiosidad que nunca leen ni siquiera un periódico? Se debe a una mala enseñanza…

Desde que el niño está en el vientre de su madre, tanto en el hogar como en la escuela puede aprender. Salvo a las desorientaciones en las familias disfuncionales. Sin embargo, con una voluntad y espíritu de superación se puede lograr el aprendizaje; cosa muy difícil en este tipo de «familia».

Este placer no está confinado a los libros de texto, algunos muy tediosos, pero sin ellos, en parte, no habrá aprendizaje. En una biblioteca se observan tomos, no son bloques de papel inerte, sino espíritus vivientes. De cada uno de ellos surge una voz individual, que algo nos deja.

Pero más allá de los libros, aprender significa mantener la mente abierta y activa, pronto a captar toda clase de experiencia. Por eso, entre los placeres del aprendizaje debemos incluir el viajar: viajar con espíritu abierto y con el deseo de comprender a otros pueblos, otras tierras, en vez de buscar en ellos, un reflejo de nuestro propio sentir.

Aprender significa también practicar un arte. El arte es una fuente de gozo. Hay muchas otras artesanías que brindan un placer esencial. Aprender, es acumulativo. En vez de disminuir con el paso del tiempo, como la salud y el vigor, sus frutos van en aumento…

Es difícil dar estos consejos a los jóvenes estudiantes. Su carácter explosivo, inquieto, rebelde, en vez de integrar su vida, prefieren proyectarse hacia el exterior y moverse en direcciones opuestas.

La integridad del pensamiento y del espíritu no es una cualidad que nos confiere la naturaleza o Dios. Es como la salud, como la verdad y el conocimiento. El hombre tiene capacidad de alcanzarla, pero el hacerlo depende de sus propios esfuerzos.

Muchas personas se han dado muerte a fuerza de jugar. Otras se han matado por comer y beber, consumir drogas, etc. Nadie, que yo sepa, a muerto de pensar.

Es la pereza, la haraganería, la rutina, la estupidez, que nos permite decir: ¡estoy fastidiado como una ostra!

Muchos que eluden el conocimiento o lo abandonan, concluyen que la vida ha perdido su razón de ser. Pasan años sentados o acostados mirando con displicencia el techo… pero, eso no es vivir.

Nadie sediento de aprender se ha quedado sin temas que explorar, los placeres del aprendizaje son auténticos. Su verdadero nombre es la felicidad…

Podemos mejorar la duración, la calidad y la fuerza de nuestra existencia alcanzando y preservando, la dicha de aprender.

Artículo publicado en http://diariodelosandes.com/content/view/169345/105841/

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